10.5.11

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La chica tiene una mirada cristalina, es castaña café. Desde el ángulo opuesto del salón Urtiz la mira sin recato. Tiene la mirada fría de un cazador. Estudia con detenimiento sus voluptuosas líneas, líneas que la cruzan o mas bien la forman. Luce un ínfimo vestido que amenaza con no contenerla. Sus movimientos son sueltos y encantadores. En un abrir y cerrar de ojos desaparece entre los asistentes dejando una estela de belleza en el vacío.
Urtiz se pasea por la galería con el paso seguro y conocedor de los que en realidad no entienden nada pero les gusta como queda. Rechaza sin más unos bocaditos de anchoa (que detesta), pero recibe con una sonrisa agradecida al garçon que le ofrece con un tono profesionalmente monocorde una copa más de vino blanco. La velada es realmente amena, por lo menos mientras siga el vino, que bíblicamente parece multiplicarse a medida que se lo consume.
El público pulula por la sala comentando nimiedades acerca de las obras expuestas, comentarios banales y casi nunca precisos. Señoras adornadas con sus mejores joyas falsas y señores de riguroso traje y corbata se mezclan con intelectuales de poca monta, señoritas atrevidas que buscan a los señores de traje y varios energúmenos en franco estado de ebriedad que simulan ser amigos íntimos del artista o lisa y llanamente el artista mismo.
Urtiz siempre había deseado conquistar una chica como esta en una de estas soirées artísticas pero hasta esta noche nunca se le había presentado la oportunidad. De pronto, frente a una escultura en cedro rústico de formas huecas en insinuantes volvió a verla y el fulgor de sus ojos le estallo en la cara. Urtiz la sueña despierto. Estudia los movimientos a distancia, entre la gente, entre las formas huecas de la noble madera, la ve brillar entre los spot y sacudir la cabeza rítmicamente al compás de una melodía sonsa que suena en toda al exposición.
Urtiz intuye que el resto de los mortales masculinos son mas timoratos que él, cambia el vaso (por otro lleno) y se acerca en ganador. La aborda con preguntas simples y charla amistosa, ella agradecida de que vengan a desaburrirla le da calce y responde con frases halagadoras.
Urtiz comenta: - Vos que viniste a ver?
- Yo, vine a ver unos Modiglianis, re-copados, que están allá- dice ella y señala un lugar para él indescifrable.
Urtiz vuelve a llenar el vaso y se aventura con un lenguaje mas joven.
- A mi también me copan total los… - vacila por un momento- los… Modiglietti?
- Modigliani- replica ella con un geste desdeño y obviedad.
- Eso- Urtiz se sonroja y se odia, por animal y otario.
Un silencio incómodo reina ahora tras el desafortunado error pictórico de Urtiz. Los dos, simulan ver el cuadro que tienen enfrente. La señorita se desentiende con un mínimo rotar de los hombros y se aleja bamboleante hacia la compañía de un barbudo de anteojos. Urtiz se odia. Prende un cigarrillo.
El vino barato le había dado dolor de cabeza.

Junio 94